miércoles, 28 de enero de 2009

El soundtrack de El Pozolero

“No hay peor cobardía que la vergüenza perdida” (Abel Desestress)

México.- Un viejo policía tijuanense, de cuyo nombre no debo acordarme, fue exacto como el álgebra cuando le pregunté quién era ese sinaloense que aprendió a disolver cadáveres con una pierna de toro castrado; es decir, Santiago Meza López, el que se definió como El Pozolero. “Nomás ráscale a los corridos”, dijo con el tono de no te cuento nada nuevo y dio pistas: “Uno se llama ‘El cocinero’, lo canta Explosión Norteña; el otro no tiene pierde: ‘El corrido de Santiago Meza’, lo compuso Fidel Rueda”.
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Sus amigos tijuanenses de Explosión Norteña dicen eso de “yo sé que mi vida es corta porque me la estoy jugando; sé que voy a morirme, no sé ni dónde ni cuándo, pero los pocos días que me quedan voy a seguir cocinando”.
En este mito narcisista que los capos se han creído de los corridos, Explosión Norteña no incluye que El Pozolero entró hace nueve años al mundo que bien pudo haber creado Takeshi Miike. Primero fue trabajador de Ismael Higuera, El Mayel: “El de las claves privadas, mucho tiempo las usó, pero fueron descifradas, lo agarraron en la vaca por el rumbo de Ensenada”, dice un tal Juan Rivera. Luego se puso a las órdenes de Marco Antonio García Simental, “un gallo fino, acostumbrado al peligro y a jalar la metralleta; tenía muy buena cocina, enemigo que agarraba en pozole convertía, como El Cris lo conocían”, canta Explosión Norteña con su ánimo carnicero. De ahí, El Pozolero fue reclutado por el hermano del Cris: Teodoro, El Tres Letras.
Pero ya me desvié. Yo vine aquí a decirles que El Pozolero creía que la muerte cabía en una canción.
Sigue Explosión Norteña: “Juro que no me arrepiento, soy de profesión cocinero, así vivo más contento; nunca me faltan contratos, siempre me están procurando amigos de Michoacán, de Sinaloa y de Durango”.
Según Fidel Rueda, en ‘El corrido de Santiago Meza’ que cantan los Canelos de Durango, El Pozolero también era valiente en las fugas: “Quisieron asesinarme, la envidia los envolvió y como no sé dejarme el plan se les disolvió; no intenten querer quitarme la vida que Dios me dio”. La síntesis épica dice que “iba llegando a lavado cuando me llovieron balas y como iba desarmado me les metí a la blindada; los vidrios despostillados, pero ninguno pasaba”.
Sobrevivió. Y, como dice la canción, se fue a pistear (beber), oír a la banda tocar, cabalgar al General (el mejor de sus caballos) y, con su superfajada, andaba bailando porque era muy enamorado.
El jueves pasado, allá por La Misión, Ensenada, ni su .38 ayudó a librarla.

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